Es muy parodiada y conocida la explicación que popularmente se dice que dan siempre los psicólogos a cualquier problema: “es culpa de los padres”, tanto es así que algunos pacientes ya acuden a terapia diciendo que sus padres lo han hecho todo muy bien y que en su caso, ellos no han tenido, ni tienen nada que ver con ninguno de sus problemas.
Por diversos motivos, llenos de lógica, la gente parece no querer culpar a sus padres. Al fin y al cabo son sangre de su sangre, hay amor y cariño, se ha convivido con ellos o se sigue conviviendo, con lo que siguen siendo fuente de satisfacción de necesidades primarias. A veces, paradójicamente, son el único “apoyo”. A veces cuesta bajarles del pedestal en el que les hemos colocado…Por último parece que en nuestra sociedad donde el individuo es el punto del que todo parte y sobre el que todo gira, es el responsable absoluto de todo cuanto le acontece.
Pero la tremenda revolución que hubo en el terreno de lo cósmico cuando se descubrió que la tierra no era el centro del sistema solar, debería tenerse presente en cuanto a la concepción del individuo y es que este último tampoco es el centro del que todo parte y en torno al cual, todo gira. El entorno inmediato cuando nace, parece tener un papel preponderante.
…Y entonces ¿todo es culpa de los padres? Pues sí y no.
Primeramente, cambiemos el término “todo”, que en general conlleva ciertos problemas. Digamos que lo básico en el sentido de lo primigenio, es efectivamente culpa suya.
Al bebé se le labran surcos o heridas emocionales en su pequeño cerebro infantil, provocadas por una mala atención o desatención completa de sus necesidades por parte de los padres. Estos surcos, por donde muy seguramente, vayan pisoteando otros, se pueden llegar a convertir en verdaderas autopistas, hasta llegar al derrumbe, a la enfermedad mental, entendida como un padecimiento doloroso y sistemático.
Así que, culpables en cierta medida por las heridas primigenias, porque no han sido capaces de reflexionar sobre su situación personal para cambiarla y han convertido automáticamente a sus hijos en hereditarios de, digamos, una maldición. La maldición del sufrimiento. Y no son culpables en su totalidad, porque ellos vivieron un infierno seguramente muy similar. Son hijos de unos padres que también les criaron de manera muy carencial, y éstos, hijos de sus padres y sus padres de sus padres…y así hasta el infinito y más allá. Todo ello queda muy bien explicado por numerosos autores, pero haré especial hincapié en M. Spark y Boszormenyi-Nagy en su libro «Las lealtades invisibles», en donde reiteradamente hablan de esa especie de «maldición» o repetición de la historia familiar: seguro que alguna vez hemos pensado que qué curioso que algún conocido se haya quedado soltero así como varios miembros de su familia, o que haya tenido un embarazo en la adolescencia, así como su madre, por ejemplo. Estos ejemplos no son necesariamente dolorosos, pero al igual que se puede transmitir la idea de «quedarse soltero», se puede transmitir generacionalmente la idea de «eres un inútil».
¿Durante cuánto tiempo se repetirá la historia?
Primero voy a tratar de matizar algunos mitos: No todos somos iguales ni gozamos de las mismas carencias u oportunidades. No es lo mismo nacer en Addis Abeba que en Lausanne, así como tampoco es lo mismo nacer en una familia principalmente amorosa, respetuosa y cuidadora, que en otra donde solo existe la crítica, el desaliento, la no presencia, la violencia. El maltrato, en suma. El pequeño y la pequeña conviven a edades muy sensibles y durante mucho tiempo con esto. ¿Cómo no van a tener dificultades a nivel interpersonal? ¿Cómo no van a padecer enfermedades?
Un perrito que no se socializa el primer mes de vida con sus semejantes, será un perro con problemas puesto que hay edades cruciales para aprender habilidades. Al igual que los perros que son seres relacionales, las personas necesitamos de los demás y en tanto que una persona conviva con una familia enferma, tendrá problemas, porque habrá aprendido malas habilidades emocionales, que son la base de las habilidades relacionales. Eso y no ser un genio en matemáticas es lo que le salva a uno del sufrimiento sistemático. El que diga lo contrario está negando o minimizando una cuestión de suma importancia.
Cuando John Lennon decía eso de “all you need is love”, daba completamente en la diana. El amor es la fuerza más poderosa en el ser humano y no su inteligencia, ni sus habilidades deportivas, por poner unos ejemplos al azar. Si tiene amor dentro, todo lo que toque el individuo, se convertirá en bienestar, en “oro”. Todo le saldrá bien, porque de todo disfrutará. Su vida será muy rica en el sentido de feliz.
¿Tienes sistemáticamente problemas con la gente? ¿te cuesta mantener relaciones de amistad?, ¿de pareja?, ¿laborales? ¿O en cualquier entorno donde tengas que relacionarte?, es decir, todos. ¿Tienes a menudo ansiedad, insomnio o depresión?, ¿te cuesta mucho ser feliz?
Si tus respuestas son “sí” entonces, te han criado mal. Habrás pasado a engrosar las filas de los llamados “neuróticos”. Dicen que son uno de cada diez, los más pesimistas dicen que un 25%. No importan los números, lo importante es que lo reconozcas, para que lo cambies.
El sufrimiento que padecen las personas cuyas familias han sido o son poco hábiles en la crianza, (neuróticos) es sistemático, porque claro que todo el mundo sufre reveses de vez en cuando. Pero con las necesarias habilidades emocionales, se logra salir de aquéllos y así es como las personas sin grandes heridas emocionales van construyendo su vida, y tienen la suficiente energía sobrante para dedicarse a sus deseos…y el deseo es lo que enriquece nuestro mundo al fin y al cabo.
Para que nos entendamos, qué hace diferente a un neurótico? un neurótico tiene tantas heridas emocionales provocadas por el descuido, que apenas le queda lugar para el deseo, como no sea, el deseo de no ser dañado más, de ahí surge toda una construcción personal, no en base a un motor positivo, sino a la evitación de algo siempre negativo. A veces a los neuróticos no se les entiende bien, parecen raros, “personajes” los llaman algunos y efectivamente ellos y ellas han tenido que crearse un personaje, un personaje a la defensiva para que no les vuelvan a dañar. Así a las complicaciones de la vida corriente, se le añaden las complicaciones personales arraigadas en lo más profundo, ligadas a inseguridades, a un fuerte dolor, al rechazo y probablemente tendrán una mayor sensibilidad a padecer enfermedad física y mental.
En mi cabeza resuenan opiniones escuchadas en algunas personas que afirman que los depresivos lo eligen, que son unos cobardes, que no se quieren enfrentar a las complicaciones de la vida, que es muy dura… Hay que pararse y pensar como lo harían ellos, para poder entender sus vivencias, es decir qué hay en su sufrimiento. ¿A quién le gustaría estar todo el día en una cama?, ¿quién preferiría culparse todo el rato? ¿Un depresivo elige tomar un cóctel de pastillas que le dejan, a menudo, embotado, en lugar de enamorarse, salir con los amigos, elegir ropa bonita y cuidarse, viajar, conocer nuevas experiencias, aprender…?
¿Quién elige conscientemente el dolor como modo de vida?
La vida es dura incluso para una persona que tiene amor por sí misma, que ha podido integrar el amor proveniente de su familia (el concepto autoestima encierra una paradoja, si bien es cierto que uno se puede estimar a uno mismo a través de un trabajo personal, parece que la autoestima inicial vendría dada por el tipo de experiencias relacionales que hemos tenido, luego ya no sería auto, sino heteroestima), entonces imaginemos al que no tiene integrado tal amor, porque básicamente no lo ha recibido correctamente nunca.
Es por esto tan importante que todos comprendamos a los demás, para no ponerles zancadillas, igual que no se las pondrías a una persona que va en silla de ruedas o a alguien que ha sufrido un trauma, una guerra, o hambre. Por citar algunos ejemplos de auténticos reveses del destino.
En tu caso, el hecho de ser una persona superviviente no puede tumbarte, no dejes que te arrastre a lo más profundo. Intenta superar el victimismo en el que es tan fácil caer, puesto que, sí, has sido víctima de la suerte, pero trata de dejar de señalar a tus padres por todo, porque eso no cambiará nada.
Has sufrido la carencia emocional, pero tienes otras habilidades. Seguro que eso te permitió hiper desarrollar otras cualidades: la perseverancia, el intelecto, la curiosidad, la resistencia física, el arte, la lectura, que son cualidades y recursos muy valorables, sácales partido y ayúdate de ellos para comenzar a cambiar, para comenzar a curarte. Y el cambio sí es posible, créelo.
O por ejemplo, la compasión. Si has logrado esto último, trata de tener compasión ésa que te fue negada de pequeño, úsala contigo. Sé empático e inténtalo una y otra vez, una y otra vez, y una y otra vez, hasta que vayas reparando tus heridas. ¿Cómo? Aquí el camino es algo largo, tendrás que entrar en terapia. Serán tus muletas. Tan sólo un profesional podrá disponer del tiempo y el saber hacer para ayudarte pero no cejes y cuando decaigas, levántate y en cuanto recuperes fuerzas, sigue caminando. Porque como dice el anuncio, un corredor no es el que va más rápido, sino el que corre. Poco a poco lograrás dejar atrás heridas.
Recuérdate, si esto te ayuda, que eres un superviviente, no de un accidente aéreo, una catástrofe natural o una muerte, de las que según explican los estudios es más fácil salir ileso a nivel emocional. Tú eres un superviviente de una familia enferma, que durante años y décadas no te trató como debiera, te amó mal y por tanto, tampoco te enseñó a amarte.
Muchos psicólogos somos este tipo de supervivientes de familias «malditas» , supervivientes que al mismo tiempo están intentando acompañar a otros en su zozobra. Los psicólogos hemos encauzado nuestras vidas para lograr devenir el potencial que encerramos en nosotros y apoyar a los demás a hacer lo mismo.
¡Confía en ellos! Aunque su método sea raro, aunque sus preguntas lleven a tomar conciencias dolorosas, aunque a veces te cuestionen, aunque no te den consejos, aunque lleve tiempo…confía. Hay mucho estudio detrás, investigación, colaboraciones con otras disciplinas y un gran avance en esta ciencia. Desde aquéllos primeros momentos en la historia de la enfermedad mental, donde se mandaba a los “locos” y desposeídos en un barco a la deriva, hasta los primitivos hospitales psiquiátricos donde se dejaba alienarse aún más al enfermo, hasta ahora.
Momentos, los actuales, destelleantes de promesas, donde las personas estamos entendiendo que la salud es un completo biológico, psicológico y social inseparable, y no solo ausencia de enfermedad. Tanto la salud mental como la física nacen del entendimiento y del aprendizaje del cuidado.
Tu salud consiste en ir a buscar tus deseos.
¿Hasta el infinito y más allá?
Corta la dinámica de repetición epidémica. Rompe con la historia familiar. Entra en terapia antes de ser padre o madre, te hará ver un montón de cosas de ti mismo que podrías arriesgar a introyectar en tu hijo de manera inconsciente y patológica.
Sé responsable, estudia, infórmate, no le hagas pasar por lo mismo a tu hijo. Él o ella, no se merecen repetir esta dolorosa historia familiar, y además tu hijo no es sólo tuyo, es hijo de la Humanidad, y si hacemos de nuestros hijos seres infelices y maltratados, la Humanidad entera se perjudicará, porque los seres infelices y maltratados, suelen maltratar a los demás a diferentes niveles.
Si no hay trabajo y análisis, el maltrato lleva indisolublemente asociado el maltrato, que a nadie le quepa duda.
¿Quieres que se repita el destino?