Hoy os voy a indicar algunas de las corrientes psicológicas más comunes que podemos encontrar en el amplio abanico de la psicoterapia o de la psicología clínica. Si bien se han detectado aproximadamente unas tres mil diferentes, sólo haré mención a las más conocidas y practicadas.
Esta clasificación en base a criterios racionalistas/emocionales obedece a mi propia organización, están extraídos de mi experiencia y de mi formación. Otros psicólogos pueden no compartirlos. Sin duda se trata de una simplificación que obedece más a criterios didácticos, ya que a algunas personas les pueden ser de utilidad otras terapias más allá de las que aquí se mencionan o de las que menciono como más adecuadas para ellas.
Por último, hoy en día, las corrientes psicoterapéuticas tienden a integrarse, cuando no a complementarse y a recoger de las demás lo que es más beneficioso para el paciente en función de si mismo y no tanto de la técnica.
Al ser cada uno de nosotros diferentes y tener unas características y no otras, las ayudas que busquemos y que sean útiles para nosotros, serán también diferentes.
A grosso modo, podemos distinguir las terapias más racionalistas, que usan el aprendizaje o la palabra y priman el cerebro consciente o inconsciente frente al cuerpo, éstas serían:
–El cognitivo-conductualismo
–El psicoanálisis, los psicodinámicos y los intersubjetivistas, en mucha menor medida
TERAPIAS RACIONALISTAS
Tanto los cognitivo-conductuales como los psicoanalistas tienen un gran bagaje cientificista, basado en la observación, la descripción y en el caso del cognitivo-conductualismo, la experimentación en laboratorio y en base a criterios estadísticos .
COGNITIVO-CONDUCTUALISMO:
Es una corriente basada en la conjunción del conductualismo y del cognitivismo: El Conductualismo nos indica que los problemas psicopatológicos son conductas desadaptativas fruto de un aprendizaje a través de la biografía del individuo, y que está condicionado a determinados estímulos. Su método se basa en adquirir nuevos aprendizajes no desadaptativos.
El cognitivismo: Los modelos cognitivos se basan en el estudio de los procesos mentales.
Los modelos cognitivos trabajan con las llamadas experiencias inusuales, es decir las que no tienen el resto de sujetos en condiciones parecidas. Interesa observar tanto la forma en la que se elaboran estos procesos mentales (toma de decisiones, recuerdos, juicios…), como sus contenidos, todo ello a través de la evidencia.
De la unión de ambas surge el cognitivo-conductualismo, corriente que ha sido ampliamente aplicada en España en las últimas décadas, enseñada en Universidades como la Universidad Complutense y es el enfoque que adoptan algunos colegios de profesionales de la psicología. Es eficaz para eliminar fobias simples, o en marcos de terapia grupal para conductas adictivas y de trastornos alimenticios. Un ejemplo paradigmático de este tipo de terapia, serían los autorregistros, la desensibilización sistemática, la inundación…
La ventaja de este enfoque es que efectivamente se percató de que las conductas inadaptadas podían volver a adaptarse o a aprenderse. Esto es muy importante, dado que no estamos condicionados ni predeterminados a nuestras maneras de comportarnos. La desventaja fundamental es que deja de lado «todo lo humano» y por tanto lo simbólico que también influye en lo emocional, así pues dejaría de lado el sentido de la experiencia subjetiva, la relación con el terapeuta, el cuerpo y la manifestación del malestar a través de él o el inconsciente.
PSICOANÁLISIS:
El psicoanálisis ha sido una corriente muy controvertida en nuestro país. Numerosos psicoanalistas españoles debieron emigrar a otros países durante el régimen franquista. Curiosamente, fue en España donde se publicó por primera vez una obra de Freud.
El psicoanálisis se basa en la revisión de la biografía del individuo, más que en su sintomatología. Según esta corriente, los síntomas son conflictos inconscientes que pugnan por emerger a la conciencia. El método psicoanalítico consiste, esencialmente en evidenciar la significación inconsciente de las palabras, actos, producciones imaginarias (sueños, fantasías, delirios) de un individuo, en el marco de su biografía que es desde donde estos conflictos se producen. Un principio fundamental del psicoanálisis es la neutralidad, el terapeuta no debe dirigir la cura, no juzgar, ni reacomodar los síntomas a lo moralmente aceptable por la sociedad, tampoco aconseja. Otra de las peculiaridades del psicoanálisis es la abstinencia del terapeuta, que no debe realizar aquellas necesidades que el paciente desea que éste cumpla como sería por ejemplo hacer una valoración positiva cuando el paciente la necesita, porque los impulsos neuróticos no entrarían en la vía de la cura psicoanalítica, sino en una nueva conducta sustitutiva.
El ejemplo más paradigmático de una terapia psicoanalítica ortodoxa sería la imagen de un paciente tumbado en un diván y un terapeuta no interventor que practica fundamentalmente la escucha.
Esta corriente, de extenso corpus teórico, ha conducido a la generación de numerosas escuelas de “psicología profunda” o de corrientes psicodinámicas, incluso ha influido notoriamente en las corrientes humanistas.
El psicoanálisis ha resultado de mucha utilidad en el tratamiento de pacientes con tendencias paranoides, pacientes grandiosos (los que se lo tienen «muy creído» en lo evidente, no así en lo profundo), pacientes con muy bajo nivel de introspección y capacidad de simbolización como los pacientes actuadores, pacientes que sufren de ansiedad generalizada, personas cuyas relaciones parentales han sido especialmente conflictivas… En general, suele aumentar el sentido de la autoconsciencia y por ende, mejora las relaciones interpersonales se toma consciencia de nuestros mecanismos de defensa para no conectar con el malestar emocional. Aunque el psicoanálisis ortodoxo no es muy indicado para pacientes con trastornos del apego (del vínculo) y narcisistas por déficit (con baja autoestima), estos tipos de pacientes, recibirán más ayuda con el psicoanálisis no ortodoxo, Winnicott, o los psicodinámicos de la psicología del self: Kohut.
Actualmente, el psicoanálisis puro u ortodoxo es menos practicado, siendo sustituido por las corrientes más integrativas, los psicodinámicos y derivado de ellos, los intersubjetivistas, en donde puede haber o no diván y donde el terapeuta interviene de una manera más activa y más relacional, absteniéndose menos y dejando emerger más su «persona» que se considera que influye y está influida por el paciente, pero ya hablaré de ellas en el segundo post: (Corrientes Psicológicas II)
TERAPIAS «EMOCIONALES»
HUMANISMO:
El Humanismo no tiene vocación de producción teórica. Fundamentalmente ha bebido del psicoanálisis pero para separarse de él. El Humanismo aúna los pensamientos filosóficos de autores como Sócrates, Kierkegaard, los existencialistas y el pensamiento humanista de la postmodernidad. Se pone el acento en la libertad de decisión, la búsqueda de sentido, la experiencia inmediata y la personalidad como un proceso en desarrollo. A través de las corrientes humanistas se pretende lograr la autorrealización del ser humano, que es intrínseca a su naturaleza, confiando en la forma en que las cosas ocurren, se evita que las personas se controlen o controlen el entorno. Se hace énfasis en los aspectos positivos y únicos de cada persona, fomentando la creatividad y el juego. Se pretende aumentar la autoconciencia, trascendiendo el «ego», o aquéllo con lo que nos identificamos que somos, pero que no somos únicamente. Cultivo de lo emocional, lo intuitivo, lo contemplativo. Unión de la mente y el cuerpo, tradicionalmente escindidos, porque el cuerpo es una fuente válida de mensajes de nuestros deseos, carencias; lo que somos, hacemos y sentimos. Y valoración y reconocimiento el «otro» en cuanto tal.
Algunos ejemplos de terapias humanistas serían: La psicología gestáltica, el psicodrama, la terapia bioenergética, los rogerianos (por Carl Rogers), la logoterapia (Victor Frankl)…en ellas se hace énfasis en el sentir, en la empatía, en la lectura de los mensajes del cuerpo y en el reconocimiento del otro. El ser humano se contempla como una caja de resonancia emocional que puede ayudar al otro, estando implicado con él. Estas terapias son útiles para incrementar la empatía, sobretodo hacia uno mismo, eliminando el autojuicio y en el marco de las terapias grupales, incrementa el sentido de universalidad, de no estar solo con sus problemas. También se trabaja mucho con el juego y la creatividad. El ser humano tiende a la autoactualización natural y por tanto, a la mejora natural, digamos que está menos centrada en la parte enferma del ser, y mucho más en la potencia, en la posibilidad de ser. La logoterapia, o terapia del sentido, resulta eficaz en padeceres crónicos (depresiones, enfermedades crónicas, etc), o de mayor dificultad de superación, como el trastorno límite de personalidad.
Dentro de las corrientes humanistas, dada su popularidad, haré especial mención al Coaching, que reúne algunas de las ideas más importantes de estas terapias para fundamentalmente encaminar al cliente al logro de resultados. El coaching, no es necesariamente practicado por psicólogos, puesto que en principio su enfoque no es «tratar trastornos». En el coaching no importa el por qué sino el cómo lograr los objetivos deseados (y ayudar a reconocerlos), desde una posición metodológica en donde el coach no influencia a través de su opinión, su diagnóstico o mucho menos su juicio, sino que ayuda al cliente a lograr sus respuestas a través del método socrático de hacer preguntas. El coaching se diferencia del mentoring, de la consultoría y de la terapia, de esta última, fundamentalmente en que en el coaching los procesos sobre los que se trabaja son conscientes para el cliente. No se revela ni se trabaja sobre el inconsciente. El método del coaching es útil para aquellas personas que se encuentran de antemano en una posición de responsabilidad ante su cambio, pues van a ser las que lo lideren, pero aquellas otras que por sus circunstancias actuales necesiten más apoyo, consuelo o que estén en un momento más depresivo, quizá deben pasar previamente por un proceso terapéutico.